FRESCO
DE SAN CLEMENTE DE TAHULL
El ábside de San Clemente de Tahull
es una pintura románica perteneciente al conjunto de la decoración mural de
esta iglesia, en Lérida siglo XII.
La pintura mural del ábside central forma parte del conjunto pictórico que
comprende también la decoración de los arcos triunfales, la del ábside lateral,
la inscripción de consagración y una ventana anterior.
Actualmente se expone en el Museo Nacional del Arte de Cataluña. Este fresco
cuyo autor es conocido como el Maestro de Tahull, está retocado al temple. Se
divide en varios niveles:
El primer nivel, representa el cielo delimitado, del
resto de la pintura, por una bóveda semiesférica. En el se encuentra el Pantocrátor,
la epifanía del Dios
legislador, todopoderoso, que viene a juzgar al pueblo. Está
dentro de una mandorla, alzando la mano derecha bendiciendo y en su mano
izquierda sosteniendo un libro con la inscripción EGO SUM LUX MUNDI (yo soy la
luz del mundo). Todo su rostro elaborado de manera simétrica con pintura plana.
A su alrededor, la representación del Tetramorfos, mediante ángeles que portan
símbolos de los cuatro evangelistas (San Mateo el hombre, San Lucas el toro,
San Juan el águila y San Marcos el león).
En el segundo nivel, la representación de la Virgen y los
cinco Apóstoles (santo
Tomás, san Bartolomé, san Juan Evangelista, Santiago y san Felipe) que
simbolizan la Iglesia Universal, dando fe de Cristo. Todos ellos, colocados de
manera independiente gracias a elementos arquitectónicos como una arcada, con columnas y capiteles,
encima de ellos tienen una inscripción que los identifican.
El tercer nivel apenas se conserva. Se observan elementos
pertenecientes al mundo terrenal.
Seguramente, determinaban unos espacios con figuras de animales y por debajo de
ellos debía estar decorado con cortinajes.
En todo el se yuxtaponen diversos estilos: bizantino por
el hieratismo, simetría y rigidez de las figuras. Las figuras muestran claramente el aspecto
antinaturalista de la obra. La posición en que se encuentran es estática y
queda bien remarcada la frontalidad del dibujo. Además, los cuerpos muestran
bastante rigidez y en algunos casos, severidad. También mozárabe por
otorgar vitalidad y expresividad.
El autor enfatizó los ojos y los colores de la cara. Las cejas abiertas se unen
con las líneas de la nariz, que nos llevan hacia los labios, enmarcados por el
bigote caído; este último, nos dirige hacia la barba que, a la vez nos lleva
hacia el pelo, todo ello jugando con el dinamismo.
Una composición geométrica y simétrica que produce
sensación de ritmos.